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"Llega un momento en que el sufrimiento es tan brutal que no piensas en nadie", arranca Nora. "A veces, cuando estás mal, dices ¿para qué tengo que estar?", continúa Caty. "Es un bucle en el que sentirte mal te hace sentir peor", afirma Ramón. "El suicidio es el final de un sufrimiento que una persona no puede llegar a entender, explicar o solucionar", concluye Silvia.
Nora, Caty, Ramón, Silvia. Y las circunstancias que contribuyeron a hundirlos en un pozo personal. Reveses como la ruptura entre los padres, el peso de cuidar a personas dependientes, el sentimiento de maltrato, el miedo a acabar en la calle, el abandono inesperado por la pareja, la caída de la autoestima por no verse a la altura de las expectativas. Circunstancias de las que nadie está a salvo.
Circunstancias desencadenantes, no causas. Sin referirse a estos casos concretos subraya la diferencia Junibel Lancho, impulsora en la asociación La Barandilla del primer teléfono de atención a la conducta suicida. Las circunstancias serían "la punta del iceberg, lo que ha colmado el vaso". El suicidio, explica, es multifactorial. ¿Cómo prevenirlo a largo plazo? Adquiriendo de antemano "una fortaleza básica para asumir esos conflictos" y, ya en crisis, tratando de evitar el aislamiento porque "el dolor en soledad es muy duro".
Nora Andreu, psicóloga en Vizcaya, contó en 2023 sus intentos de suicidio en la adolescencia y juventud en una conmovedora carta a su yo de los 19 años. "Es lo que me habría gustado escuchar". La escribió un cuarto de siglo después y tras cursar un máster en prevención. "Me abrió mucho los ojos pero me revolvió bastante".
"No conozco a nadie que en algún momento no haya tenido algún tipo de ideación suicida", afirma Ramón Mulet. Presuntos suicidas (Editorial Círculo Rojo) se titula el libro que publicó en 2023 junto a Caty Pons, con los seudónimos de Dukhas y Acronem. Recoge sus hundimientos pero sobre todo la vivencia de salir a flote. "Es un libro de gratitud a la vida, a la segunda oportunidad que mucha gente no tiene", dicen desde Palma de Mallorca.
A Silvia Llopis, afincada en Cataluña, un intento de suicidio en 2016 le ha dejado graves secuelas. Pasó años en silla de ruedas y, tras una traqueotomía, no puede hablar. En 2022 mostró sus heridas físicas y emocionales en el proyecto Silencios Rotos, de los fotoperiodistas Jordi Otix y Manu Mitru. "Mi vida no es fácil y no se la deseo a nadie pero estoy feliz y orgullosa de mostrar que es para vivirla, aprenderla y sentirla", escribió en Instagram.
Nora, Caty, Ramón y Silvia comparten su testimonio para que otras personas se sientan acompañadas. "Siempre ayuda porque el que lo esté leyendo, si está pasando por lo mismo, ya no se siente un bicho raro", destaca Junibel Lancho, autora a su vez de No puedo con tanto dolor (La Esfera de los Libros). La experiencia de los profesionales también aporta esperanza. "No te puedes imaginar todos los pacientes que he tenido y afortunadamente han seguido con sus vidas, ha sido un bache y han ido saliendo adelante", confirma Julia García White, psiquiatra con dos décadas de experiencia en el Servicio Extremeño de Salud.
¿Dejar de vivir o dejar de sufrir?
"Muchas veces no queremos morir sino descansar de una puta vez de todo lo que nos ha llegado sin pedirlo", dice Nora en su carta. "Es una visión en túnel, veo todo negro", apunta Caty. "Uno toma decisiones inconscientes, hay un bloqueo y no ves más allá", añade Ramón. "Pierdes el sentido de tu vida y quieres acabar con tu sufrimiento", expresa Silvia.
Regresar al pozo, aunque esté en el pasado, remueve. Implica rememorar cómo impactaron aquellos reveses vitales en la salud mental. Ansiedad, ataques de pánico, depresiones severas, depresión crónica recurrente, trastornos de la conducta alimentaria... Hospitalizaciones y fármacos, resistencias y rebeldías, la falta de empatía o formación de algunos profesionales, diagnósticos que a veces pesaban como estigmas.
Regresar al pozo escuece. "Es reabrir una herida que ni siquiera sé si estaba curada", señala Nora. Supone escuchar antiguos silencios. "Me hicieron un montón de pruebas, nadie mencionó la palabra suicidio", añade. Silencios ajenos y propios. "Nos da miedo sentirnos juzgados e incomprendidos, explicar nuestra intimidad, carecemos de información de dónde acudir, no queremos preocupar, muchas cosas hacen que nos cueste tantísimo por desgracia, porque el callar nos mata", enumera Silvia.
Regresar al pozo es, en fin, percibir la incomprensión. "La gente piensa que estás loca, te miran mal, como si fuera algo contagioso", lamenta Caty. "Cuesta encontrar a alguien que te escuche, a mí alguien me decía ‘estoy depre’ y ni le escuchaba porque no podía entender qué era una depresión", ironiza Ramón. Tuvo que enfrentarse a dos, logró vencerlas.
¿Compartir el sufrimiento ayuda?
"No me sentía con la autoridad de poder llorar", dice Nora. "Me ha permitido hablar", cuenta Caty. "Dar un halo de esperanza y ver que se puede salir", mantiene Ramón. "Romper barreras para que nadie sienta vergüenza de su sufrimiento", subraya Silvia.
Cuando la resiliencia individual se quiebra, sólo una red de brazos puede retener a quienes avanzan, con la mirada perdida, hacia el pozo. "Siempre hay señales que nos pueden alertar, que les veamos más taciturnos, cambios en sus rutinas, la principal es la desesperanza, cuando un paciente ha perdido la esperanza de estar bien algún día", cita Julia García White. Esta psiquiatra hace énfasis en la obligación de preguntar en consulta: "De una forma delicada hay que abordar este tema". La psicóloga Junibel Lancho invita a estar atentos a los demás. "¿Te encuentras bien?, te veo triste". Con voluntad de escuchar. "Que el otro se sienta comprendido". Con gestos de apoyo. "Una palabra, un rato de compañía, una gestión".
En su camino personal Nora, Caty, Ramón, Silvia fueron descubriendo asideros. Nora se agarró a la carrera de Psicología, halló "su tabla de salvación" en las amigas que hizo allí. Silvia se aferra al amor de su familia. "Lo orgullosos que están de mí por el infierno que hemos vivido todos juntos y nos hemos curado, aunque llevemos nuestras cicatrices".
"Esa red, la que sea, te engancha a la vida", coincide Ramón, que menciona a su familia y a sus amigos. Sin dudar, Caty le señala a él y a su psiquiatra como los brazos que la rescatan si se adentra en una cuesta abajo. "Cuando dejo de hacer deporte, de quedar, Ramón me viene a ver a casa porque sabe que es una recaída". Vínculos a modo de salvavidas. Junibel Lancho subraya su valor cuando se atiende a una persona en crisis suicida. "A veces nos hemos agarrado a la mascota. Otras, si eran personas mayores, a si había una buena relación con sus nietos".
La asistencia profesional resulta asimismo imprescindible. La psiquiatra Julia García White no esconde que puede implicar un ingreso hospitalario. "No podemos tener una persona en la calle con ideas autolíticas, nuestro trabajo es eliminarlas". Llama a cumplir al pie de la letra las medicaciones. "No pueden tomarse un día sí y otro no, ahora tenemos una amplia gama de antidepresivos que no tienen apenas efectos secundarios". Y reclama la colaboración del entorno y del propio paciente si se percibe una recaída. "Lo importante es enseñar a pedir ayuda, te puede volver a pasar pero quiero que vengas a verme".
¿Qué decir a ese yo que intentó quitarse la vida?
"No sabes la de cosas que te habrías perdido", escribe Nora en su carta. "Piensas que no hay solución, yo diría que sí, vete al hospital, a buscar a un amigo porque este periodo pasará", invita Caty. "Aguanta, aguanta porque vale la pena", alerta Ramón. "Con un trabajo personal de voluntad, y ayuda de tu entorno y profesional, es posible encontrar un sentido a la vida", asegura Silvia.
En esa búsqueda de sentido "es muy importante la espiritualidad, reconectar con tus valores", asegura la psicóloga Junibel Lancho citando a Viktor Frankl. La religión, continúa, también aporta "la creencia de que uno no se puede quitar la vida". Ramón recorrió en la filosofía oriental la senda que le dio la libertad de estar mal. "Lo que nos humaniza es el dolor, va acompañado de una compasión, te hace crecer. El sufrimiento te destruye, es agonía, es depresión, es muerte, es suicidio".
"Estoy en un proceso de aceptarme", cuenta Caty en el libro que escribió junto a Ramón. Se remite a un día a día que consiste en "superar obstáculos". Le animan tanto una actividad física sencilla, pasear a los perros, como el deporte, que para ella es "un chute de energía".
Junibel Lancho invita a agradecer los momentos amigables y sugiere que un álbum de fotos puede servir de refugio. "Estoy viendo recuerdos de cuando lo pasaba bien, mi cerebro empieza a revivir cosas buenas". Esos recuerdos podrían reactivar un propósito vital. "Si yo he tenido ilusiones, puedo volver a tener otras o por lo menos revivir las que tenido", explica. La psiquiatra Julia García White caracteriza a los pacientes con ideación suicida "como si tuvieran unas gafas con cristales opacos que no les dejan ver la realidad y según van mejorando empiezan a darse cuenta de que son más afortunados de lo que creían".
Nora, Caty, Ramón, Silvia y sus razones para vivir. "Mis hijas son la razón principal por la que sufro y me alegro; dentro de unos años puede ser otra", confiesa Nora. "Me he propuesto viajar: superar mi fobia a los aviones, ir a un hotel y allí alguien me cuida", expone Caty. "Mi deseo virtuoso es ayudar a los demás, seguramente habrá ego detrás, no digo que no", relata Ramón. Concluye Silvia. "Ahora soy la chica que habla en silencio, que desea vivir, y que a través de mi historia de superación todos améis y valoréis vuestras vidas".
Este reportaje forma parte del proyecto 'Once vidas' impulsado por EL MUNDO para la prevención del suicidio, y del que forman parte Rafael Álvarez, Yaiza Perera, Rebeca Yanke y Santiago Saiz.